La escudería Ferrari vivió un fin de semana complicado en el Gran Premio de Qatar de Fórmula 1, una cita donde el rendimiento del SF-23 estuvo por debajo de las expectativas, especialmente en comparación con sus principales rivales directos, Mercedes y McLaren. Más allá del indiscutible dominio de Red Bull en la actual temporada, la marca de Maranello se enfrentó a circunstancias técnicas inesperadas que lastraron sus opciones de pelear por los puestos de honor.
Uno de los factores determinantes en el bajo rendimiento de los Ferrari fue el reglaje de las presiones de los neumáticos impuesto por Pirelli y la FIA para el circuito de Losail. Como respuesta al desgaste excesivo y a los problemas de estructura detectados en los entrenamientos, los comisarios elevaron las presiones mínimas obligatorias en ambos ejes, llevando a los equipos a modificar su planteamiento de carrera de manera notable.
El director del equipo, Frédéric Vasseur, admitió tras la carrera que las presiones "balloon" –es decir, excesivamente altas– no favorecieron las características del SF-23. El monoplaza de Ferrari demostró no adaptarse bien a este tipo de condiciones, mostrando dificultad para generar agarre y gestionar el sobrecalentamiento en la parte abrasiva del trazado qatarí, especialmente durante los largos stints obligados por las nuevas normas de seguridad.
El problema se agravó aún más en la clasificación, donde Ferrari no logró encontrar el punto óptimo de temperatura y presión para sus compuestos blandos, lo que se tradujo en una falta de ritmo respecto a sus rivales. Carlos Sainz y Charles Leclerc se vieron obligados a trabajar fuera de las ventanas ideales de funcionamiento de los neumáticos, un aspecto crítico en un trazado tan exigente como el de Losail, y más aún con los constantes cambios de agarre por la arena y el calor.
La mala fortuna tampoco ayudó. El domingo, Sainz ni siquiera pudo tomar la salida por un problema de fuga de combustible relacionado con el sistema de depósito. Leclerc, por su parte, luchó contra el sobrecalentamiento y el desgaste, logrando rescatar algunos puntos, pero lejos del potencial demostrado en otras rondas del campeonato. Vasseur puntualizó que “la ventana de funcionamiento de nuestros neumáticos era estrechísima” y que los cambios abruptos de presión terminaron por descolocar el balance del coche.
El caso de Ferrari expone lo delicado del trabajo de puesta a punto en la Fórmula 1 moderna, donde incrementos mínimos en la presión pueden alterar casi por completo el comportamiento del monoplaza. Si bien todas las escuderías soportaron el mismo reglamento, lo cierto es que el SF-23 se mostró especialmente sensible, lo que abre un importante interrogante de cara al resto del campeonato sobre el margen de adaptación real del coche a distintos escenarios técnicos.
A pesar del traspié qatarí, el equipo italiano mantiene intactas sus ambiciones, trabajando intensamente en Maranello para comprender y mitigar este tipo de debilidades. “Debemos analizar profundamente por qué sufrimos más que otros con este cambio de escenario. No es un caso aislado, y nos ayudará a evolucionar de cara a la próxima temporada”, sentenció Vasseur.
Para los aficionados tifosi, la esperanza reside en que Ferrari pueda encontrar soluciones a estas circunstancias adversas, permitiéndoles pelear de tú a tú en los compromisos restantes. Sin duda, la gestión de los neumáticos vuelve a erigirse como el factor clave en la lucha por la élite de la F1 moderna, y Ferrari deberá hilar fino para volver a brillar en la lucha por la victoria.