En la historia reciente de la Fórmula 1, pocos equipos han experimentado tantos altibajos y oscurecimiento de su propósito como Alpine F1 Team. Originarios de la escudería francesa Renault, los de Enstone, bajo diferentes nombres, han sumado momentos de gran gloria y profundas decepciones. Pero la temporada 2024, lejos de parecer una página dorada, se ha tornado en un capítulo crítico cargado de interrogantes sobre su rumbo futuro.
Para contextualizar, Alpine arribó a la F1 en 2021 herederos de la estructura Renault que, en sus mejores momentos, conquistó mundiales con Fernando Alonso en 2005 y 2006. De la mano de la histórica marca deportiva francesa, se apuntaba a mantener la tradición de excelencia y aspirar a codearse con los mejores, prometiendo nuevas victorias de la mano de una filosofía innovadora y un “espíritu de ataque”. Sin embargo, la realidad se ha mostrado mucho más dura, y aquellas promesas se han transformado en una de las temporadas más difíciles jamás vistas para el equipo.
Los problemas han sido múltiples: desde decisiones ejecutivas controvertidas y una estrategia técnica errática, hasta una alarmante falta de resultados sobre la pista. Lo que comenzó con el optimismo de tener a dos pilotos talentosos como Esteban Ocon y Pierre Gasly, devino rápidamente en desilusión, frustración interna y una guerra fría a nivel político dentro de la escudería. Nada de esto era lo esperado para un proyecto que Renault apostó como punta de lanza de su participación global en deportes de motor.

La temporada 2024 arrancó con una señal inequívoca: el monoplaza A524 se quedó corto en casi todos los aspectos cruciales. Las deficiencias en el chasis y la falta de potencia del motor Renault han dejado al equipo lejos de sus rivales directos, especialmente sintiéndose superados incluso por equipos clientes como Williams y Haas. No sólo han carecido de ritmo en la clasificación, sino que en carrera han mostrado un desgaste excesivo de neumáticos y dificultades crónicas para avanzar posiciones.
Las consecuencias han sido inmediatas y visibles. Alpine ha perdido a varios ingenieros de alto nivel, incluidos jefes técnicos clave, lo que refleja la incertidumbre y falta de dirección interna. Además, las tensiones entre Ocon y Gasly, agravadas por roces en pista y declaraciones cruzadas, han puesto de manifiesto que la armonía interna está gravemente dañada.
Para muchos analistas, Alpine va camino a convertirse en uno de los mayores ejemplos de cómo no gestionar un proyecto en Fórmula 1. A pesar de contar con instalaciones de primer nivel en Enstone y soporte económico, los resultados no llegan. Los accionistas, entre ellos celebridades y figuras empresariales de renombre, han visto mermadas sus expectativas y la credibilidad de la marca se tambalea al ritmo de las decepciones deportivas.
Las comparaciones con los peores equipos de la F1 moderna son inevitables, aunque hay matices. A diferencia de los históricos “backmarkers” sin recursos, Alpine sí tiene herramientas para revertir la situación. Sin embargo, lo que más preocupa es la pérdida de rumbo y la falta de un líder capaz de revitalizar el proyecto. El equipo necesita urgentemente una redefinición de su filosofía y, sobre todo, de su estructura interna, a riesgo de seguir anclados en la irrelevancia.
Mientras tanto, la afición francesa y los seguidores de Renault mantienen una mezcla de nostalgia y esperanza. Si algo ha demostrado la escudería en el pasado es que la unidad y una visión clara traen victorias y títulos. El desafío está servido: Alpine debe decidir si seguirá profundizando en la crisis o apostará por un cambio estratégico profundo, digno del legado que ostenta.