La escudería Renault ha sido, sin duda alguna, una de las protagonistas indiscutibles en la historia de la Fórmula 1, dejando una huella imborrable en cada una de sus etapas. Su legado no solo está marcado por los títulos y las victorias, sino también por la innovación técnica, el carácter luchador y la capacidad de reinventarse en un ambiente tan competitivo como el Gran Circo. Ahora, en el umbral de una nueva etapa, es momento de repasar los episodios más emblemáticos de Renault en la F1.
Desde su debut en 1977, Renault fue pionera en la introducción del turbo, revolucionando completamente la parrilla. Aunque al principio fue objeto de escepticismo y enfrentó numerosos problemas de fiabilidad, la perseverancia francesa dio sus frutos rápidamente, pues para 1979 el equipo ya conquistaba su primera victoria en el Gran Premio de Francia con Jean-Pierre Jabouille al volante. Esta victoria no solo validó la tecnología del turbo, sino que también abrió la puerta a una era completamente nueva de la Fórmula 1.
En los años 80 y 90, Renault consolidó su papel como suministrador de motores, propulsando a escuderías como Williams y Benetton hacia la gloria. La colaboración con Williams trajo consigo cinco títulos de constructores y cuatro de pilotos, permitiendo a leyendas como Nigel Mansell, Alain Prost y Damon Hill reinar en los circuitos. Simultáneamente, la marca francesa jugó un papel trascendental en el bicampeonato de Michael Schumacher con Benetton, haciendo de los motores Renault una referencia obligada en la parrilla.
El retorno de Renault como escudería oficial en 2002 marcó otro capítulo dorado en su historia. Bajo la batuta de Flavio Briatore y el talento descomunal de Fernando Alonso, la escudería conquistó el Campeonato Mundial de Pilotos y Constructores en 2005 y 2006. El asturiano rompió la hegemonía de Ferrari y Michael Schumacher, devolviendo la ilusión a toda una generación de aficionados. Aquellos años quedaron grabados en la memoria de muchos como uno de los momentos más emocionantes de la F1 moderna.
Sin embargo, la travesía de la marca por la máxima categoría del automovilismo no ha estado exenta de desafíos. Tras el escándalo del “Crashgate” en 2008 y su posterior retirada parcial como equipo, Renault mantuvo una fuerte presencia como proveedor de motores. Fue pieza fundamental para el dominio de Red Bull entre 2010 y 2013, propulsando a Sebastian Vettel hacia cuatro campeonatos consecutivos. Incluso cuando no figuraba como equipo oficial, el “power unit” francés fue clave en la consecución de éxitos históricos.
La última etapa de Renault como escudería, bajo la denominación Alpine, mostró ambición, inversiones millonarias y una plantilla de pilotos de alto calibre, incluyendo el regreso triunfal de Alonso y la explosión de talento de Esteban Ocon. Aunque no lograron replicar sus antiguos éxitos, se mantuvieron como animadores del campeonato, dando luchas memorables y afianzando una base de aficionados apasionados en todo el mundo.
Ahora, con el adiós a Renault como estructura propia y el renacimiento total bajo el nombre Alpine, se cierra un ciclo que abarca innovación, desafíos y momentos inolvidables para la historia del automovilismo. La marca del rombo deja una herencia que trasciende más allá de los resultados: la pasión por la velocidad, el desarrollo tecnológico y la eterna búsqueda de la excelencia. Sin duda, los fanáticos seguirán recordando y celebrando cada hazaña de Renault en la Fórmula 1, mientras miran hacia el futuro con ilusión y nostalgia.