La trayectoria de Sebastian Vettel en la Fórmula 1 siempre ha estado marcada por momentos de brillantez y desafíos inesperados, pero uno de los capítulos más interesantes en su carrera fue su etapa final en Ferrari. El tetracampeón del mundo, que llegó a la escudería de Maranello en 2015 con la esperanza de devolver a la gloria a los de rojo, vivió una montaña rusa de emociones, rendimiento y presión interna a lo largo de sus seis años en la Scuderia. Sin embargo, Vettal ha admitido recientemente que mucho antes de su salida oficial en 2020, ya sentía que su rendimiento personal y su motivación comenzaban a menguar.
Para comprender la caída de uno de los grandes pilotos de la era moderna en la Fórmula 1, es necesario analizar el contexto tanto deportivo como personal. Vettel desembarcó en Ferrari tras dominar una era con Red Bull, pero se encontró rápidamente en una escudería ávida de éxitos y bajo la sombra constante de Michael Schumacher. Los primeros años ofrecieron destellos de esperanza e incluso victorias, como aquel triunfo en Malasia 2015, pero nunca lograron ofrecerle el coche superior que necesitaba para derrotar a los Mercedes de Hamilton y Rosberg.
Entre 2017 y 2018, Vettel y Ferrari estuvieron muy cerca de romper la hegemonía plateada, pero errores estratégicos, tensión interna y algunos fallos personales de Sebastián en la pista, terminaron por condenar esa aspiración. Ya en 2019, con la llegada de Charles Leclerc, la presión aumentó y el ambiente en el equipo se tensó aún más, provocando un desgaste tanto en la relación como en el ánimo del piloto alemán.
Vettel no ha dudado en reconocer recientemente que ya en 2020, su última temporada en Ferrari, notaba que su propio nivel comenzaba a decaer. Según el propio piloto, hubo una combinación de factores psicológicos y de equipo que afectaron irreversiblemente su rendimiento. La escasa confianza que sentía por parte del equipo y la sensación de que su etapa en Ferrari estaba llegando a su fin, minaron su motivación. Más allá de las capacidades técnicas del SF1000, que no estuvo nunca a la altura de los principales rivales, Vettel admite que su propio enfoque y pasión por la competición ya no eran los mismos.
La situación se agravó durante la pandemia, donde la incertidumbre sobre el futuro del campeonato, los cambios en la estructura interna de Ferrari y la confirmación de Carlos Sainz como su reemplazo, aceleraron una especie de “decaimiento silencioso” en el ánimo del alemán. Aunque nunca dejó de trabajar ni de ayudar al equipo, la chispa que lo llevó a conquistar cuatro campeonatos con Red Bull parecía apagarse poco a poco. "Sentía que iba cuesta abajo desde mitad del 2019, y en 2020 ya era evidente", ha declarado Vettel en recientes entrevistas, destacando la importancia de la sintonía equipo-piloto en la alta competición.
La historia de Vettel en Ferrari es también una lección sobre la presión en la élite del deporte y la importancia del entorno humano en el máximo nivel. Aunque los tifosi siempre le guardarán cariño por sus victorias y carisma, queda claro que, en la Fórmula 1 moderna, el éxito necesita la alineación casi perfecta de equipo, piloto y circunstancias. El final en Ferrari, aunque melancólico, permitió a Vettel reinventarse en Aston Martin para vivir una última etapa más relajada y reflexiva, lejos de los focos rojos de Maranello. Su legado, no obstante, permanece intacto como uno de los grandes protagonistas de la era híbrida.
Así, el paso de Vettel por Ferrari sigue siendo uno de los episodios más comentados en el paddock, un recordatorio de que la Fórmula 1, más allá del talento, es también un juego de factores psicológicos y pasionales, donde hasta los campeones pueden verse derrotados por las circunstancias.