En 2005, la historia de la Fórmula 1 vivió uno de sus giros más sorprendentes y emocionantes. Un joven asturiano de 24 años, Fernando Alonso, desafió la hegemonía dominante de Michael Schumacher y Ferrari, firmando una temporada inolvidable junto al equipo Renault. Este hito marcó un antes y un después no solo en la carrera del piloto español, sino también en el automovilismo mundial y en la pasión de millones de aficionados.
La temporada comenzó con expectativas elevadas, pero pocos imaginaban que la escudería francesa, liderada por Flavio Briatore, podría ser la artífice de un verdadero cambio generacional. Equipados con el Renault R25, Alonso y su compañero Giancarlo Fisichella aprovecharon el innovador diseño del monoplaza y la potencia del motor para adelantar estratégicamente a equipos más experimentados como McLaren y Ferrari.
La regularidad y madurez demostradas por Alonso impresionaron a propios y extraños. Con victorias clave en circuitos como Malasia, Bahrein, San Marino y el histórico triunfo en el GP de Brasil, Alonso fue consolidando una ventaja sólida frente a rivales de la talla de Kimi Räikkönen y el propio Schumacher. Su constancia en los podios y una fiabilidad mecánica superior frente a los infortunios de sus adversarios resultaron decisivas para alcanzar la gloria.

La victoria de Alonso en Brasil, a falta de dos carreras para el final de la temporada, puso el broche de oro a una campaña apasionante. Con este resultado, el piloto de Oviedo se consagró como el campeón mundial más joven de la historia —un récord vigente hasta la llegada de Lewis Hamilton y Sebastian Vettel años después—, y colocó a Renault en la cima de la ingeniería automovilística, logrando el doblete con el título de constructores.
Para los aficionados españoles, ver ondear la bandera roja y gualda en lo más alto del podio fue un momento de puro orgullo nacional. Fernando Alonso no solo rompió una sequía de títulos para España, sino que desencadenó una auténtica “Alonsomanía” que multiplicó la afición por el automovilismo en el país. Las audiencias televisivas batieron récords; los circuitos se llenaron de banderas y camisetas azules, y miles de niños empezaron a soñar con emular al campeón asturiano.
Desde un punto de vista técnico, el éxito de Renault en 2005 fue fruto de la innovación y el trabajo colectivo. El R25 destacaba por su tracción y fiabilidad, además de un diseño aerodinámicamente eficiente, que permitió a Alonso mantener un ritmo competitivo en todas las condiciones. El equipo supo sacar partido a la nueva normativa de neumáticos y reglas sobre motores, adaptándose mejor que sus competidores a los grandes desafíos técnicos de aquella temporada.
A día de hoy, el logro de Alonso sigue siendo uno de los capítulos dorados más recordados de la Fórmula 1. Se convirtió en el primer y único español en alzarse con el campeonato, y en un ídolo global. Su carácter luchador, inteligencia en pista y carisma contribuyeron a forjar la leyenda de una generación, inspirando a pilotos y aficionados en todo el mundo.
A veinte años de aquel histórico título, conviene mirar atrás y valorar la magnitud de la gesta de aquel joven asturiano que se atrevió a desafiar el orden establecido. Fernando Alonso no solo escribió su nombre en lo más alto del automovilismo mundial, sino que cambió para siempre la percepción de lo posible en la Fórmula 1.